21/8/07

REQUIEM FOR A ARQUITECT

facultad de bellas artes
su casa particular
Atraves de este espacio quiero saludar a un viejo profesor que tuve en mexico, en el ultimo semestre de la carrera, al arquitecto Benjamin Barney que vive en cali, y escribe una columna llamada¿Ciudad? en el diario el País, aquí su ultima columna para quienes quieren saber un poco sobre este personaje. http://www.elpais.com.co/historico/ago162007/OPN/opi02.html
saludos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿ciudad?. Por: Benjamín Barney Caldas
Arquitectura y poder
Agosto 23 de 2007
En Egipto, las ciudades eran para los campesinos que durante la inundación anual construían las tumbas de sus faraones. Palacios y templos también eran depósitos de tesoros y alimentos y centros de comercio, educación y hasta de recreación. Los griegos los juntaron con ágoras y éstos en lo bajo de la acrópolis, para sus dioses, erario y defensa. Los romanos agregaron foros, basílicas, coliseos, hipódromos, teatros, bibliotecas y termas. A lo largo de la Edad Media se levantaron muchas ciudades, a partir de los campamentos de las legiones romanas, a las que se agregaron grandes catedrales, iglesias, conventos, castillos, mercados y sedes gremiales. A partir de la Florencia renacentista, la ciudad es el escenario del príncipe (Félix de Azúa: La Invención de Caín, 1999), con su palacio dominándola, la que nos llegó, ya sin príncipe, con la espada, cruz y lengua de capitanes, soldados y curas: cerca de 300 se trazaron en el Nuevo Mundo en las primeras décadas de la Conquista.

Todo tirano se desdobla en su arquitecto, Luis XIV en tres: Le Vau, Le Brun y Le Notre. Luis I, el rey loco de Baviera, en Leopold von Klenze. Hitler en Albert Speer y Le Corbusier, que adulaba a Mussolini, dedicó su Ville Radieuse a “la autoridad”, nos recuerda Azúa. Pero Stalin sólo dejó las pretenciosas estaciones del metro de Moscú, Mao nada y Pol Pot sólo mató y destruyó. Castro, ocupado en hablar, dejó ir a Ricardo Porro. Pero Chávez le ha encargado a Óscar Niemayer un monumento a Bolívar. Un enorme obelisco de concreto, acostado y apuntando a Washington, como un misil, casi tan largo como los 170 metros de alto del de la capital del imperio. El de Evo Morales, que ni siquiera es idea de él, será de vidrio y en Cochabamba y apenas un poco más alto que el de Buenos Aires, de sólo 67 metros. A los egipcios no les bastó los 30 del que la Reina Hatshepsut donó al gran templo de Amón y la pirámide de Keops, con sus 147 metros, fue durante 44 siglos la construcción más alta de la humanidad, sólo superada en 1889 por los 330 de la Torre Effiel, que no se desmanteló, como estaba previsto, porque se atravesó la Primera Guerra Mundial. Después vendrían los altísimos rascacielos norteamericanos, hoy imitados compulsivamente por todo el Tercer Mundo.

Para Wolgang Braunfels (Urbanismo Occidental, 1983), la política es el arte de organizar una polis perfecta y de ahí que todo programa de gobierno lo sea también de construcción. O, simultáneamente, de destrucción, como en Cali, que para los Juegos Panamericanos fue también la demolición de sus edificios moderno-historicistas y del pequeñísimo obelisco que teníamos. Y ahora, lo es acabar con lo que quedaba de la alameda de samanes de la Quinta, la última que quedaba, para meter un MÍO cuyas invasoras y sofocantes estaciones sin usar ya se están desbaratando como en Bogotá. Como dice Azúa, las construcciones antiguas eran para perdurar, pero las actuales van dirigidas a la diversión de un enorme público anónimo, que pronto cambia de preferencias por lo que resultan tan efímeras. Los edificios se han convertido en objetos en los que lo importante es apenas su imagen (Jaime Sarmiento: La Arquitectura de Moda, 2006).

Anónimo dijo...

El cielo empezó a reverberar de grises hasta soltar un océano que convirtió en mares la tierra

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