27/7/07

torre BICENTENARIO

Koolhaas en México
Miquel Adrià

31 Jul. 07
Tiempos de polémica poliédrica a partir del proyecto de la Torre del Bicentenario: entre la oportunidad de contar con un edificio de Rem Koolhaas en la Ciudad de México y la defensa del edificio de Vladimir Kaspé que se vería afectado; entre la discusión sobre el modelo de ciudad que representa el arquitecto holandés y la defensa un modelo urbano de corte decimonónico basado en la relación con la calle, y entre la relación de arquitectura y poder (que ya desarrollé en estas mismas páginas el mes pasado).1. Un rascacielos de una de las figuras más relevantes del panorama contemporáneo sería una buena noticia, tanto para la arquitectura como para la ciudad. Si bien la confianza en el efecto Guggenheim se ha esfumado con las piruetas que siguieron al museo que Gerhy construyó en Bilbao, el impacto de una obra singular de una de las estrellas más controvertidas del universo arquitectónico podría llegar a ser un estímulo para una cultura ensimismada y endógena. Sin embargo, la estación de servicio que se vería afectada, proyectada por Kaspé en 1948, es su obra más notable. La rampa vehicular, perpetuada por el fotógrafo Guillermo Zamora, forma parte de la memoria colectiva de la arquitectura de mitad del siglo pasado. Decía Oriol Bohigas que "no se debería proteger nada. Las ciudades deberían seguir construyendo sobre sus catedrales". Sin ser tan categórico, diría que la discusión no debería basarse en la defensa de una obra singular de la modernidad. Quizá su mejor faceta (como la de Marilyn Monroe) sea la que ya quedó impresa en blanco y negro, en lugar de agonizar entre el abandono y el deterioro previsible, dado su carácter obsoleto.2. El discurso trasgresor de Koolhaas sobre la ciudad ha detonado todo tipo de lecturas, en muchas ocasiones esquemáticas. Sin embargo, algunos de sus edificios no sólo refuerzan la estructura urbana de ciudades como Berlín, Oporto, Seattle o Beijing, sino que sus nuevos íconos se han convertido en referencia obligada de sus respectivas sedes. Oporto o Beijing ya no son lo que eran: son más, con la Casa de Música lusa o la sede de la televisión china. No creo que se pueda tratar de defender el modelo de una ciudad equilibrada y cohesionada en una metrópolis policéntrica como la mexicana, que en buena medida se vertebra con hitos como el que ahora se propone. Por discusiones de este tipo se frustró uno de los mejores proyectos de González de León en Cuicuilco, permitiendo construir en su lugar un volumen torpe y anodino.3. Lo obsceno del caso es usar el valor de cambio de una estrella de la arquitectura -de una marca registrada- para que el gran capital pueda conseguir prebendas de las autoridades, hipnotizados por el valor mágico y regenerador de un falo de autor. El impacto en la vialidad y en la zona de la nueva torre quebrada que propone Rem Koolhaas es proporcional a su altura. La habilidad de los inversionistas en servir a los políticos una torre que celebre el bicentenario, exacerbando la vanidad de los que se imaginan en tronos futuros, no hace más exhibir -como apuntaba Deyan Sudjic- una arquitectura convertida en representación del poder y arma propagandística.Proponer el edificio más alto de la Ciudad de México y de Latinoamérica debería ir acompañado de acciones urbanas y medioambientales que mejoraran la zona impactada, y de una campaña de comunicación que no dejara dudas sobre sus virtudes, en lugar de aprovechar su valor de cambio para conseguir tratos de favor. Si tanto poder tiene el dinero globalizado, bien podría encontrar un terreno más adecuado. Y si algún poder y algún criterio tienen los gobiernos que lidian en protagonismo mediático, deberían facilitar estas acciones para conseguir, a cambio de una mayor edificabilidad, mejoras urbanas que se tradujeran en espacio público.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ilegalidad bicentenaria

Carlos Elizondo Mayer-Serra
24 Ago. 07

Marcelo Ebrard explica así la oposición a la llamada Torre Bicentenario: "talvez se trate de un objetivo político, no hay ningún interés en que se pueda realizar (la construcción), puesto que pudiera prestigiar a la Ciudad y a su Gobierno, si no, para qué sacan esto ahorita". Tiene razón. Hay quienes no quieren se haga.

Sin embargo, el que los opositores reaccionen después de que se presentó el proyecto es normal. Más cómodo sería que protestaran ya con la torre levantada. Así como es pertinente preguntarse por qué los opositores protestan, también lo es preguntarse por qué el jefe de Gobierno anuncia un proyecto privado en sus oficinas, sin que se hayan hecho los estudios de impacto ambiental, ni urbano, y sin ser legal construir en ese terreno una torre de tal altura. Esto, sin embargo, no parece tan serio: el propio jefe de Gobierno aclaró que se modificará la ley en la Asamblea Legislativa, forma elástica de entender la certidumbre del derecho.

Marcelo Ebrard, hasta hace poco, era un convencido de la tolerancia cero, y para eso trajo a Giuliani hace unos años. Ahora, como jefe de Gobierno, se ha vuelto ecólogo, lo cual no está mal. Para subrayar esto, Al Gore vino poco después de una de estas consultas del gobierno de la ciudad en las que participa el que quiere y que por supuesto confirmó que somos un territorio poblado de ecólogos, el cual, sólo por error, ha sido deteriorado por la contaminación, el ruido y el desorden urbano.

El jefe de Gobierno, sin embargo, maneja varias pistas. Poco antes de la llegada de Al Gore, al lanzar la megatorre como promotor inmobiliario confirmó por qué, a pesar de nuestra supuesta vocación ecológica, la ciudad tiene tantos problemas y desequilibrios. En esta materia también estamos lejos de la tolerancia cero.

Los inversionistas pretenden destruir un inmueble clasificado por el INBA y utilizar el subsuelo del bosque de Chapultepec para tener el espacio de estacionamiento que requiere. No es mala idea. Evita el tener que comprar un predio más grande, o hacer una excavación más profunda, por más que digan que lo van a compartir con el hospital de Perinatología. No sorprende que los desarrolladores vean inviable mover la torre a otra zona, pues les ofrecen, además de lugar para estacionamiento, gran vista al bosque, por ser una zona donde a nadie le habían permitido construir algo así. Además, hay dudas sobre los riesgos para los aviones que pasan por la zona y para la propia seguridad nacional por la cercanía con Los Pinos.

La zona ya está colapsada desde el punto de vista vial, en particular en las estrechas calles donde estaría la torre. El diario Reforma ya había señalado los problemas de vialidad y falta de estacionamiento, incrementados por una torre ilegal de consultorios del hospital federal de Perinatología, justificada por un funcionario del mismo con el siguiente argumento: "En este País se hacen muchas obras irregulares, aquí tuvimos mala suerte porque salió en el periódico, pero necesitamos ampliarla para cientos de niños mexicanos que requieren atención especializada".

Quizás entre los opositores se encuentren adversarios de Ebrard que sólo quieren que fracase. Sin embargo, también se encuentran vecinos que verán su entorno afectado, ecologistas que no quieren un bosque más mutilado, ciudadanos molestos con la arbitrariedad detrás del proyecto consentido de esta administración.

Si bien, supongo, hay entre los impulsores del proyecto dentro del gobierno quienes buscan la prosperidad de la ciudad, o les gusta la idea de un edificio que se proclama como ecológicamente autosustentable, o creen que el prestigio de una ciudad se mide por el tamaño de sus rascacielos (no sé si Freud describió este síndrome), no deja de ser curioso que la compañía en cuestión, Grupo Danhos, utilizara el logo de la ciudad en otro proyecto en Reforma, y el que los policías que circundan ese otro desarrollo traigan el logo de Danhos. Bonita simbiosis que puede ser producto de un interés mutuo por la ciudad, aunque no debe ser casualidad que el líder de proyecto, Jorge Gamboa de Buen, fuera el secretario de Desarrollo Urbano del gobierno de Manuel Camacho, en el cual Marcelo Ebrard era el secretario de Gobierno. El hoy secretario de Desarrollo Urbano y Vivienda de la ciudad, Arturo Aispuro Coronel, trabajaba entonces para Jorge Gamboa de Buen; hay quienes dicen que todavía.

Una de las modas de los más ricos es vivir en las nubes, lejos del ruido y de los olores de la gente. Celebrar el bicentenario de la Independencia con un proyecto privado de capitales españoles, para beneficio de unos cuantos ricos, anunciado desde la oficina del jefe de Gobierno perredista de la ciudad parece una broma de mal gusto. Si tiene éxito el proyecto, ahí quedará la muestra de cómo celebró un gobierno de izquierda el bicentenario. En el Porfiriato, en la celebración del centenario, hubo mucha obra: pero toda pública. Sin embargo, cambiarle de nombre al proyecto, como algunos ya quieren, no modificará el problema de fondo: el deterioro aun mayor de una zona que tiene límites de altura bien definidos por ley.

Anónimo dijo...

shibboleth

Anónimo dijo...

"Son extraños personajes que aquí viven, semejantes a sombras: seres (no nacidos de madre), cuyo pensamiento y forma de actuar está construido por retazos sin ninguna selección. Cuando pasan por mi espíritu, me siento más inclinado que nunca a creer que los sueños tiene su propia morada..."

Enrique Vila-Matas, Historia abreviada de la literatura portátil

Anónimo dijo...

Nuevos lenguajes








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BERTO GONZALEZ MONTANER . Editor jefe de Diario de Arquitectura
bmontaner@clarin.com






Qué fue del sistema trilítico? ¿Venció? Desde la Antigüedad, dos columnas y una viga fueron la fórmula para construir las moradas y los templos. Primero, de madera y piedra; luego, el acero y el hormigón posibilitaron mayores luces y dimensiones. Esta estructura básica de la arquitectura construyó un lenguaje en el sentido más profundo de su acepción. Un lenguaje que contaminó todo: la geometría, la forma y la dimensión de los espacios. Un lenguaje que a su vez fue el adn de la ciudad: de sus calles, sus plazas y sus fachadas.

La computadora, con sus programas que permiten dibujar formas cada vez más complejas y replantearlas ahora más sencillamente en las obras, están produciendo cambios revolucionarios en los edificios. Hasta hace poco, los veíamos construir casi con exclusividad en los países del Primer Mundo. Pero como lo que domina es la economía y esta no tiene fronteras, estas obras están desembarcando como sucursales en los países emergentes. Tal el caso de Fernando Romero, el joven arquitecto mexicano, quien además de haber trabajado con Koolhaas, Miralles y Nouvel, es allegado del empresario mexicano Carlos Slim, el hombre de negocios más rico del mundo (página 12). Romero asegura que México está en la preadolescencia arquitectónica y él intenta con sus proyectos revolucionarios representar el poderío económico de la capital azteca.

En las antípodas siguen los herederos de maestros como Rogelio Salmona, quienes todavía creen que la arquitectura se construye con una mezcla de tradición y modernidad (página 4). Repensando su función social, su inserción urbana, sus espacios, su materialidad y su estética. Pero siempre con los elementos tradicionales como son las paredes, los techos y las ventanas. Elementos que en la arquitectura de Romero parecen haber desaparecido

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